ESPAÑOL

Sous-épreuve 1 : durée 2 heures

TRADUCTION D’ESPAGNOL EN FRANÇAIS

Qué podía yo entender de papeles, si apenas sé leer y casi no soy capaz ni de escribir mi nombre. Hasta carbón nos faltaba algunos días para calentar el puchero. ¿No os acordáis?
¿Cómo quieres que me acuerde, si yo no había nacido?
Pues tu hermana bien que se acuerda, a que sí.
Cómo iba a olvidárseme. Ya tenía nueve años cuando acabó la guerra.
Nueve años y llevabas adelante la casa y cuidabas a tus hermanos como si fueras una mujer, mientras yo andaba por ahí buscando algo de comer y queriendo averiguar si vuestro padre estaba vivo o lo habían fusilado o si lo iban a condenar a veinte años de cárcel.
Pero si él no había hecho nada.
Siempre pagan justos por pecadores.
Pagan los tontos, y vuestro padre lo era. Se lo creía todo. Se creía la propaganda de los del otro lado: « No tendrá nada que temer quien no se haya manchado las manos de sangre. » Y lo mismo que se creía todos los discursos se creyó las mentiras que le contaba Baltasar sobre los billetes que valdrían y los que no valdrían cuando por fin entraran en Mágina las tropas de Franco.
¿Y Baltasar cómo podía saber eso? – Hija mía, pareces más tonta que tu padre.
Baltasar era un fascista, aunque lo disimulaba.
Baltasar era Baltasar no era ni rojo ni fascista, era del que estuviera mandando y de quien él pudiera sacar más provecho arrimándose.

Antonio Muñoz Molina, El viento de la Luna, Seix Barral, 2008

N.B. : On ne traduira pas le titre de l’œuvre.

TRADUCTION DE FRANÇAIS EN ESPAGNOL :

– À toi je ne peux pas mentir. J’ai un secret.
Mon cœur se mit à accélérer. À ces moments-là, il me semble qu’il m’échappe, que jamais je ne pourrai le rattraper.
– Jeanne, je croyais que j’étais mort. Quoi de plus normal à mon âge ? Et puis voilà…
Il se redressa.
– Jeanne, je vais me remarier. Elle s’appelle…
Du doigt, il me fit signe d’avancer mon oreille. Dans laquelle il déposa un prénom.
– … un vrai trésor, un cadeau, tu n’as pas idée.
Une lumière s’était allumée quelque part derrière ses yeux. Une lumière venue de l’intérieur. Une lumière qui ne lui éclairait pas seulement les yeux mais l’ensemble du visage. Il se tut. J’attendis. Patiemment. Comment aurais-je osé interrompre ce rêve éveillé ? Mais j’avais mon enquête à poursuivre. Je voulais comprendre. Je finis par reposer ma question. À voix très basse. Pour qu’elle se glisse en lui sans le blesser.
Alors, monsieur Henri, personne mieux que vous… forcément… l’amour… qu’est-ce que c’est ?
De nouveau, il se tut. Longtemps. Et puis soudain, sans se retourner vers moi :
– L’amour est une conversation…
Il s’interrompit. Reprit son souffle.
– L’amour c’est lorsqu’on ne parle qu’à l’autre. Et lorsque l’autre ne parle qu’à toi. Tu verras.

Erik Orsenna, Les Chevaliers du Subjonctif, Éditions Stock, 2004)

N.B. : On ne traduira pas le titre de l’œuvre.

Sous-épreuve 2 : durée 2 heures

Lea atentamente el siguiente texto:

El día en que voté miles de veces


He leído que aún hay millones de brasileños que no han decidido si votarán o no en estas elecciones. Ello me ha hecho recordar una anécdota de mi vida pasada cuando las circunstancias hicieron que yo, que no podía votar, acabé haciéndolo miles de veces.
La historia es esta: a mis 40 años nunca había podido ejercer ese mínimo derecho de la democracia de colocar un voto secreto en una urna. Eran los tiempos de la dura dictadura franquista en España que se extendió por 40 años con un balance de más de un millón de muertos. No había partidos ni libertad política. No se votaba.
Yo estaba entonces en Italia trabajando como periodista en la Radio Televisión (RAÍ). Los italianos, que fueron siempre tan apasionados por la política como por el fútbol, empezaron a perder el gusto de participar en la vida pública desencantados con la corrupción política. Por primera vez muchos italianos dijeron que no iban a ir a votar.
Yo que nunca había podido votar en mi vida, me sentía frustrado y dolido cada vez que veía a los italianos acudir a las urnas alegres, a veces llevando a sus hijos pequeños para que fueran entrenándose en el ejercicio de las libertades políticas. Los días de las elecciones solían ser una fiesta para ellos.
Empezaba a no serlo en aquellos años 70 porque el desconsuelo político comenzaba a agarrotarlos. Su gesto de protesta contra los gobernantes que no los entusiasmaban era no ir a votar.
Conté al entonces presidente de la RAÍ, el socialista Sergio Zavali, mi angustia por no haber podido nunca votar y mi desilusión al ver que los italianos, que al revés de nosotros los españoles, llevaban años disfrutando de la democracia. Estaban perdiendo el gusto por acudir a las urnas.
Se quedó pensando unos minutos y me dijo: « Aquí está prohibido hacer ningún tipo de campaña política en la radio el día antes de las elecciones. Sin embargo, voy a hacer una excepción: quiero que cuente a los italianos lo que siente alguien que nunca pudo votar en su vida por vivir en un régimen dictatorial ».
Lo hice. Les manifesté llanamente a los italianos, que ya me conocían por mi trabajo en la RAÍ, aquellos sentimientos. Y me salió espontáneo decir: « Me gustaría pedir que algunos de ustedes que han decidido no votar mañana lo hicieran por mí, para compensar las tantas veces que en mi vida, a los 40 años, no he votado ». Y me despedí deseándoles una feliz jornada electoral.
Me volví a mi casa. Poco después sonó el teléfono. Zavoli presidente de la RAI me contó: « Puede sentirse satisfecho. Aquí se han bloqueado los teléfonos. Hay fila de personas en línea para pedir que le digan al periodista español que a pesar de que ya había decidido no votar lo harán por él, para que se sienta menos frustrado ».
Fue así que sin poder votar acabé haciéndolo miles de veces.
Es cierto que hoy vuelve a revolotear en todo el mundo el desencanto por la política, por los partidos, por la llamada vieja política, teñida cada vez más de corrupción y de interés personal más que comunitario. Es verdad que la vieja democracia está enferma y que sobre todo las nuevas generaciones de jóvenes la ven con desconfianza y a veces hasta disgusto. Solo quién ha sufrido en su carne las garras de una dictadura sabe la importancia de mantener viva esa flor delicada por frágil e imperfecta que sea.
Los periodistas decimos siempre que es mejor un mal periódico que la ausencia de él, que es el sueño de los dictadores. También hay que recordar, y lo quiero hacer hoy aquí, que mejor una democracia imperfecta que cualquier tipo de dictadura. Cualquier gesto, aunque sea solo el poder votar en libertad, es mejor que la noche de una dictadura en la que se pierden los sueños para dar espacio solo a las peores pesadillas.
Yo tampoco voy a poder votar aquí mañana porque no soy brasileño y ahora voto en la España libre y democrática. Si pudiera hacerlo me pondría sin embargo en fila con los brasileños que acudirán a las urnas. El mío sería un voto de esperanza, no de miedo.
Es legítimo y democrático votar nulo o en blanco. Los gestos de protesta ejercidos en libertad son también un ejercicio de la democracia. No votar acaba siendo un regalo a los descreídos de la democracia sobre todo en estos tiempos en los que esa planta que nos permite respirar en libertad empieza a estar enferma.
Solo en las dictaduras se impide a los ciudadanos el mínimo derecho de votar, que fue conquistado a través de los años con muchas luchas y sangre. Primero podían votar solo los ricos e ilustrados; después se permitió también a las mujeres y hasta a los analfabetos. Hoy todos gozan de ese derecho.
Mejor ejercerlo antes de que volvamos a perderlo. Se empieza con la pereza de acudir a las urnas y se despierta uno un día con la triste sorpresa de no poder ya votar ni aun queriéndolo. Es ese día en que los otros deciden por nosotros cómo debemos vivir y hasta pensar.
Juan Arias, El País, 5 de octubre de 2014

Répondez en espagnol aux questions suivantes : (250 mots environ pour chaque réponse)

1 – ¿Cómo defiende el periodista el acto de votar?

2 – Según Usted, ¿Cómo ha ido evolucionando la implicación ciudadana en la vida política española?