El dolor de los otros

Tradicionalmente, las comunidades con pocos recursos y de vida difícil han sido siempre más solidarias con sus vecinos. Recuerdo que una diputada noruega me contaba hace años cómo en su país había imperado una perfecta, admirable hermandad frente al infortunio mientras fueron un pueblo pobre y acosado por el frío, y que esa empatía social había ido disminuyendo con el desarrollo y la riqueza. Si se piensa bien, es algo lógico; cuando tu existencia bordea lo precario y el abismo te ronda, la ayuda mutua es un recurso muy eficaz para conseguir salir adelante. Esto es, compartes tu poca comida con el vecino si éste está a punto de morirse de hambre, y así te aseguras de que, en un trance crítico parecido, tú también tendrás su apoyo. El « hoy por ti y mañana por mí » debe de ser un mandato genérico de supervivencia, un truco más de los muchos trucos adaptativos que han hecho que nuestra especie sea tan triunfante. No quiero con esto empañar la conmovedora belleza de esos actos de solidaridad, pero parece demostrado que, contra lo que cabría pensar en un primer momento, los que menos tienen son los que más dispuestos están a compartir sus magras posesiones. A decir verdad, no creo que sea solo por ese imperativo innato de supervivencia, sino también, supongo, porque están más cerca del sufrimiento, y el dolor propio, si lo digieres bien, te hace más sensible al dolor ajeno.

En cualquier caso, creo que al abandonar la pobreza radical la gente se hace por lo general más autosuficiente, más ensimismada, menos solidaria. ¡Incluso más rácana! Según la sabiduría popular, cuanto más rico es alguien, más agarrado. El miserable Gilito, tío del Pato Donald, nadaba en oro, y el avaro de Molière era un potentado con un tesoro enterrado en el jardín. Nos sentamos sobre nuestras posesiones y no queremos prescindir ni de la milésima parte de ellas. Por eso ahora que el mundo fmanciero retiembla y que las paredes del tenderete económico amenazan con derrumbarse estamos todos aterrados y absortos, concentrados en el rugir de los mercados. Tan hipnotizados por la merma en nuestro patrimonio que no somos capaces de ver nada más. Creo que esta crisis bursátil, que está dejando sin casa y sin trabajo a cientos de miles de personas, no sólo nos está empobreciendo materialmente, sino también espiritualmente. Qué mala suerte que la feroz hambruna del Cuerno de África esté sucediendo precisamente ahora. Con qué facil y mísero egoísmo nos agarrarnos a nuestro propio miedo y nuestras pérdidas para cerrar los ojos, para blindarnos ante su necesidad, para dejarlos morir en la distancia.

Porque se están muriendo. Ya sé que es desagradable escucharlo y aún más hacer el esfuerzo de imaginarlo, pero cada día mueren en esa zona 300 niños de hambre, de pura y maldita hambre. Ya ha habido otras hambrunas antes en el mundo. En la de 1980 murieron un millón de personas en Etiopía; y en 1992, fallecieron otras 300.000 en Somalia. Después la comunidad internacional creyó haber superado esos dantescos abismos catastróficos. A mediados de los noventa se desarrolló un alimento terapéutico de fácil uso que, por sólo 40 euros, podía salvar la vida de un niño desnutrido. Y se hizo un calendario para acabar con el hambre mundial. Pero, por desgracia, el horror ha regresado y es para quedarse. La violencia, la inseguridad alimentaria, la fragilidad social y la sequía han hecho que Somalia vuelva a agonizar. El 20 de julio se declaró oficialmente la hambruna y la emergencia durará por 10 menos hasta 2012. Actualmente hay 750.000 personas en riesgo inminente de morir de hambre, en su mayoría niños menores de cinco años. Hay dos millones y medio de desplazados en campos de refugiados y, en todo el Cuerno de África, doce millones de personas gravemente afectadas por la sequía.

Hoy, 16 de octubre, es el Día Mundial de la Alimentación. Lo vamos a celebrar con este moridero famélico y callado del África sedienta. [ … ] ¿ No es evidente que no sabemos repartir, gestionar, compartir, ayudar? Y que no queremos ni mirar: nos importa un pito el dolor de los otros. Sentados en nuestras posesiones, lloramos nuestras pérdidas mientras damos la espalda a los moribundos. A los que sería tan fácil ayudar, si de verdad quisiéramos.

Rosa Montero, El Pais Semanal, 16/1 0/2011

1. VERSION (sur 20 points)

Traduire depuis: « A decir verdad … «  jusqu’à  » … de ver nada más. »

II. QUESTIONS (sur 40 points)

1. Question de compréhension du texte:

¿Por qué nos dice Rosa Montera que la crisis « no sólo nos está empobreciendo materialmente, sino también espiritualmente « ?

(100 mots ± 10%; sur 10 points)

2. Question de compréhension du texte:

¿A quiénes se refiere la autora cuando habla de « moribundos »?

(100 mots ± 10%; sur 10 points)

3. Question d’expression personnelle:

¿Qué comentario le sugiere la afirmación de Rosa Montera según la cual « sería tan fácil ayudar si de verdad quisiéramos »? Argumente su parecer con ejemplos precisos.

(300 mots ± 10%; sur 20 points)

Le non – respect de ces normes sera sanctionné. (Indiquer le nombre de mots sur la copie après chaque question).

III. THEME (sur 20 points)

7 milliards sur Terre et si peu d’air

Nous y sommes: 7 milliards d’individus se partagent la Terre. C’est autour de ce chiffre symbolique que s’articule le dernier rapport du Fonds des Nations Unies pour la population. Il aura fallu à peine douze ans pour gagner un milliard d’êtres humains, alors qu’il a fallu cent vingt-trois années pour que l’humanité du XIXe bondisse de 1 milliard, en 1804, à 2 milliards, en 1927. Cette accélération de la croissance démographique a pourtant fait long feu. Depuis cinquante ans, grâce à une meilleure éducation des femmes, à un plus grand accès au planning familial, la progression ralentit. Il n’empêche, ce chiffre de 7 milliards soulève une question essentielle: la Terre peut-elle subvenir aux besoins de tous? Climat, ressources en eau, en énergie et en terres arables font aussi partie des défis d’une humanité alourdie.

Toute médaille ayant son revers, un monde à la croissance démographique ralentie vieillit.

Laure Noualhat, Libération, 27/10/11