Sujet Espagnol LV2 BCE 2011

TRADUCTION DU FRANÇAIS EN ESPAGNOL

Tu crois qu’il n’est pas trop tard pour appeler ? demande Irène. Non, il n’est que onze heures. Ta fille, elle est jeune, elle sort, elle se couche tard. Enfin, j’espère. Irène décroche le téléphone. Bonjour, vous êtes bien chez Claire Tellier, je ne suis pas là pour le moment, laissez-moi un message. Irène connaît le petit enregistrement par cœur. Quand elle a offert le répondeur à Claire, c’était, sans se l’avouer vraiment, d’abord pour elle-même. Pour entendre la voix de sa fille même lorsque celle-ci était sortie. Il arrivait souvent à Irène d’appeler, sans laisser de message, en pleine journée, en milieu de semaine, alors qu’elle savait très bien que Claire était au boulot. Paul aussi faisait ça, mais il ne le disait pas à Irène.

Bonsoir, Claire, c’est maman … Bon, tu n’es pas là, c’était juste pour te dire, si tu veux passer, ce week-end, c’est comme tu veux, ne te sens pas obligée, surtout. Mais ça nous ferait plaisir.

Olivier Adam, Je vais bien, ne t’en fais pas, Ed. Pocket, 2001

TRADUCTION DE L’ESPAGNOL EN FRANÇAIS

Alberto se había inventado una historia que se remontaba a la guerra civil. Su abuelo había tenido que abandonar España para que no le mataran y había terminado en Canadá, donde tenía un viejo amigo al que había conocido en un barco durante el tiempo en que fue marino mercante. Su madre tenía entonces quince años y permaneció allí hasta que se casó. Cinco años justos, en los que no había dejado de cartearse con su padre, del que se había hecho novia antes de salir al exilio. Cuando decidieron casarse, ella regresó a España. Era su madre quien le había enseñado a hablar inglés.

– ¿ Sabes qué solía decir? – añadió Alberto mirando fijamente a las chicas -. Que el que tiene dos lenguas tiene dos almas.

Eva y Paz estaban fascinadas y él no dejaba de trufar las conversaciones con frases en aquel inglés imaginario.

Yo, cuando podía, hacía un aparte con él y le pedía un poco de prudencia.

– Alberto, te estás pasando. Nos van a descubrir.

Pero Alberto no me hacía el menor caso y a la mínima volvía a las andadas.

– Y ahora, ¿ qué has dicho? -le preguntaba Eva.

– Cosas – le contestaba, haciéndose el interesante.

Gustavo Martín Garzo, Mi querida Eva, Ed. De Bolsillo, 2007

EXPRESSION ECRITE

A mediados de marzo de 2008 leí que según una encuesta publicada en el Reino Unido la cuarta parte de los ingleses pensaba que Winston Churchill era un personaje de ficción. Por aquella época yo acababa de terminar el borrador de una novela sobre el golpe de estado del 23 de febrero, estaba lleno de dudas sobre lo que había escrito y recuerdo haberme preguntado cuántos españoles debían de pensar que Adolfo Suárez era un personaje de ficción, que el general Gutiérrez Mellado era un personaje de ficción, que Santiago Carrillo y el teniente coronel Tejero eran personajes de ficción. Sigue sin parecerme una pregunta impertinente. Es cierto que Winston Churchill murió hace más de cuarenta años, que el general Gutiérrez Mellado murió hace menos de quince y que cuando escribo estas líneas Adolfo Suárez, Santiago Carrillo y el teniente coronel Tejero todavía están vivos, pero también es cierto que Churchill es un personaje de primer rango histórico y que, si bien Suárez comparte con él esa condición al menos en España, es dudoso que lo hagan el general Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo, no digamos el teniente coronel Tejero; además, en tiempos de Churchill la televisión no era aún el principal fabricante de realidad a la vez que el principal fabricante de irrealidad del planeta, mientras que uno de los rasgos que define el golpe del 23 de febrero es que fue grabado por televisión y retransmitido a todo el planeta. De hecho, quién sabe si a estas alturas el teniente coronel Tejero no será sobre todo para muchos un personaje televisivo; quizá incluso Adolfo Suárez, el general Gutiérrez Mellado y Santiago Carrillo lo sean en alguna medida, pero no en la misma que él: aparte de los anuncios de grandes cadenas de electrodomésticos y las carátulas de programas de chismorreo que prodigan su estampa, la vida pública del teniente coronel golpista está confinada a los pocos segundos repetidos cada año por televisión en que, tocado con su tricornio y blandiendo su pistola reglamentaria del nueve corto, irrumpe en el hemiciclo del Congreso y humilia a tiros a los diputados reunidos allí. Aunque sabemos que es un personaje real, es un personaje irreal; aunque sabemos que es una imagen real, es una imagen irreal: la escena de una españolada recién salida del cerebro envenenado de clichés de un mediano imitador de Luis García Berlanga[[Luis García Berlanga es un director de cine recientemente fallecido]]. Ningún personaje real se convierte en ficticio por aparecer en televisión, ni siquiera por ser sobre todo un personaje televisivo, pero es muy probable que la televisión contamine de irrealidad cuanto toca, y que un acontecimiento histórico altere de algún modo su naturaleza al ser retransmitido por televisión, porque la televisión distorsiona el modo en que lo percibimos (si es que no lo trivializa o lo degrada). El golpe del 23 de febrero convive con esa anomalía: que yo sepa, es el único golpe en la historia grabado por televisión, y el hecho de que haya sido filmado es al mismo tiempo su garantía de realidad y su garantía de irrealidad; sumada al asombro reiterado que producen las imágenes, a la magnitud histórica del acontecimiento y a las zonas de sombra reales o supuestas que todavía lo inquietan, esa circunstancia quizá explique el inaudito amasijo de ficciones en forma de teorías sin fundamento, de ideas fantasiosas, de especulaciones noveleras y de recuerdos inventados que lo envuelven.

Pongo un ejemplo ínfimo de esto último; ínfimo pero no banal, porque guarda precisamente relación con la vida televisiva del golpe. Ningún español que tuviera uso de razón el 23 de febrero de 1981 ha olvidado su peripecia de aquella tarde, y muchas personas dotadas de buena memoria recuerdan con pormenor -qué hora era, dónde estaban, con quién estaban- haber visto en directo y por televisión la entrada en el Congreso del teniente coronel Tejero y sus guardias civiles, hasta el punto de que estarían dispuestas a jurar por lo más sagrado que se trata de un recuerdo real.

Javier Cercas, Anatomía de un instante, Mondadori, 2009

Répondez en espagnol aux questions suivantes : (200 mots environ pour chaque réponse)

1. Según el autor ¿ cuál es la influencia de los medios de comunicación en la percepción del hecho histórico evocado en el texto, y con qué consecuencias?

2. ¿ Piensa Usted que algunos acontecimientos han marcado de manera significativa la España contemporánea? Explique en qué medida.